En los últimos años, España ha vivido numerosos casos de corrupción política ligados a la administración pública, desde los ayuntamientos, hasta el mismo Estado pasando por los entes territoriales, hasta tal punto que cada semana, la opinión pública se levantaba por un nuevo asunto turbio. La corrupción política está ligada a los partidos políticos, sobre todo aquellos que han dispuesto de una mayoría absoluta durante muchos años en algunas autonomías o en el mismo gobierno del país. Los partidos necesitan financiarse para afrontar con bastantes recursos los actos electorales, aquellos provenientes de las subvenciones o las donaciones, no parecen ser suficientes. También, algunos políticos asociados a empresarios o promotores deseosos de obtener contratos públicos han creado asociaciones delictivas que han desviado dinero destinado a los ciudadanos.
Las consecuencias de ello han sido numerosos casos de corrupción que han visto la luz, que han causado la indignación, en una época de crisis económica e institucional. Lo más llamativo es que los ha protagonizado el partido del gobierno en dos autonomías en los que llevaba gobernando más de veinte años. En ellas estaba implicado la misma organización estatal, con un tipo de corrupción vinculada a su financiación. Sabemos en la actualidad cómo el boom inmobiliario supuso ingresos millonarios para muchos ayuntamientos y autonomías que cambiaron la calificación del suelo agrícola a urbano. Lo mismo paso en las obras públicas, autopistas, puentes, túneles, y líneas de ferrocarril, unas grandes inversiones de dinero público que se inflaron de los costes iniciales o propiciaron mordidas para políticos desaprensivos.
La trastienda de un partido político, cuyo vicesecretario autonómico sale acusado de corrupción es el tema de la película, EL REINO, dirigida por Rodrigo Sorogoyen. Manuel, el protagonista interpretado por Antonio de la Torre, intenta protegerse y salir indemne de la investigación que ha llevado en secreto la fiscalía y la Guardia Civil, pero ésta tiene grabaciones comprometedoras. El partido cierra filas y decide el silencio para que el número de implicados se reduzca al máximo. La corrupción es amplia y profunda en el partido, pero sólo la conocen unos pocos. El protagonista mismo lleva un nivel de vida no acorde con los ingresos de su cargo. No acepta que el cargue con la culpa y esperar, guardando silencio, la ayuda indirecta del partido. Prefiere, para salvarse, presentar a los medios de comunicación, unas agendas que guardan la contabilidad opaca de éste, que les ha enriquecido.
Después del visionado de la película, el espectador comprueba lo que ha supuesto la corrupción para sus protagonistas. Un espejismo de manipulación e impunidad que les ha cegado y desviado de la propia actuación política. Una actividad criminal que los ciudadanos exigen reparar aplicando las leyes y devolviendo el dinero sustraído. Los villanos que en su día derrocharon el dinero indebidamente obtenido en mariscadas y fiestas en yates de recreo intentan convertirse en héroes, al intentar demostrar que él es una pieza simple en una trama criminal más grande, sin embargo, esto no le exonera del envilecimiento y de la culpa.
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