UNA VÍCTIMA DEL RODEO


Las praderas del lejano oeste norteamericano fueron las tierras donde desarrollaron la vida los antiguos vaqueros en una comunión perfecta con el caballo, su medio de transporte por estos amplios espacios naturales. Hoy, los ecos de aquella vida, se puede observar en los rodeos, donde jinetes experimentados, tratan de mantenerse montados sobre caballos salvajes o toros. Constituye una actividad de riesgo, que puede llevar a causar importantes lesiones cerebrales. El caso de un vaquero entrenador de caballos que sufre un grave percance en la cabeza y tiene que dejar de montar por riesgo de morir si sufre un golpe, lo cuenta la película, THE RIDER, dirigida y escrita por la realizadora china, Chloé Zhao, basándose en una historia real.


La historia de la película es la del vaquero lakota, indio, de 20 años llamado, Brady Jandreau, interpretándose así mismo con otro apellido, Blackburn, que vive en la ficción con un padre y una hermana en una modesta granja. Ha conseguido la fama ganando rodeos y entrenando caballos salvajes, pero un accidente con uno de ellos, que le llevó a pisar la cabeza, le dejó impedido para volver a montar, su único modo de ganarse la vida. Desde que sale del hospital todavía con la cicatriz reciente de la operación en la que le pusieron una placa metálica hasta su convencimiento de que tendrá que distanciarse de su trabajo con los caballos de manera definitiva, transcurre un proceso psicológico difícil. Este proceso lo cuenta con gran sensibilidad la directora china al mostrar la belleza de las praderas de Dakota al amanecer, combinado con los primeros planos del protagonista.


Brady se convencerá poco a poco de su inevitable destino. Antes, comprueba el dramático final que le esperaría cuando visita a su amigo, otra estrella de los rodeos,  ahora en un hospital aquejando de una grave parálisis. Sin embargo, el camino resulta complicado, porque está abocado a trabajos temporales como el de cajero de supermercado. Y, sobre todo, le resulta muy difícil renunciar al contacto con los caballos, con los que él logra mantener una especial comunicación, cambiándoles el carácter, de salvajes y broncos, a dóciles, fieles a su amo, como su caballo Apollo, un animal descartado por intratable, hasta convertirse en un animal modélico, que acude a la llamada con un simple silbido. 


Este caballo fue sacrificado cuando se hirió gravemente en una pata con un cable metálico, pero a él, según reconoce el protagonista, le dejaron vivir por ser un ser humano, a pesar de las heridas que le impiden hacer lo único que sabe realizar con talento. Brady piensa que no es justo, pero es lo más sensato, si tiene en cuenta a su familia, que le necesita, a sus amigos, todavía vinculados al ambiente del rodeo, a los que ayuda.

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