LA BANALIDAD DEL MAL


 

El Holocausto tuvo como centro principal de exterminio el complejo de Auschwitz donde más de un millón de judíos fueron asesinados. Varias líneas de ferrocarril conducían al lugar situado en Polonia. Sólo una minoría que se la veía capacitada para trabajar en las fábricas cercanas, sobrevivían. La gran mayoría, especialmente mujeres, niños y ancianos iban directas a las cámara de gas. Ser deportado a este complejo era sinónimo de morir. La maquinaria asesina establecida estuvo en funcionamiento casi hasta el final de la guerra. Los nazis lo abandonaron precipitadamente para huir frente al avance de las tropas soviéticas. Fue entonces cuando algunos prisioneros pudieron salvar la vida. Hoy se conservan muchos de los edificios originales, y se ha convertido en un museo y lugar de la memoria, junto a numerosos objetos originales que les arrebataban a los prisioneros, porque los nazis robaban y comerciaban con las pertenencias de las víctimas. El organizador y comandante de este siniestro establecimiento fue Rudolf Höss, sobre cuya vida cotidiana en familia, la cuenta la película, LA ZONA DE INTERÉS, escrita y dirigida por Jonathan Glazer, sobre la novela del mismo título de Martin Amis.



Rudolf Höss y su esposa Hedwig vivían con sus cinco hijos en una casa unifamiliar de dos pisos junto al muro que les separaba del complejo. Desde el principio, habían procurado las máximas comodidades. Una pequeña piscina, un huerto y amplio jardín. Cumplía con sus aspiraciones sirviendo al régimen nacionalsocialista. En su casa solamente entraba la familia y mujeres alemanas y polacas que se ocupaban de los niños y de las tareas del hogar. La película comienza el día del cumpleaños del padre cuando recibe la felicitación de la familia y de los guardianes del centro. El comandante lleva una vida apacible con los suyos. Frecuenta mucho las riberas de un río próximo donde se bañan. Igualmente, da paseos en caballo junto a su hijo mayor por los campos cercanos. En ningún momento entran juntos en los barracones del campo o donde hay judíos. Un día corriente mientras Höss está dentro del agua pescando, y dos de sus hijos bañándose, tienen que salir precipitadamente del río porque las aguas están llenas de restos de las cremaciones.



La familia, también, tiene que convivir con el sonido infernal de los hornos crematorios, las 24 horas activos, y los ruidos de la represión y asesinato que se oyen en la lejanía. Es lo más que se ve y se oye de estos tristes sucesos en la película. Por otra parte, los miembros de la familia y los sirvientes se sirven de las pertenencias de los judíos que traen a la casa, como la ropa interior de las víctimas desposeídas, los dientes de oro y algún abrigo de piel para Hedwig. Un día llega la madre de ella para visitarle y quedarse unos días. Comprueba el confort del jardín y la casa, pero parece que se horroriza del resplandor y el ruido de fondo de los hornos, que provoca su marcha inesperada. Höss ante la cámara aparece casi siempre pensativo, fumando. Es metódico y organizado. El último que se va a la cama, no si antes no cierra todas las puertas, especialmente de su despacho y apaga las luces. Normalmente se encuentra con una de las hijas que no puede dormir y la tiene que leer un cuento, momento en el que el director proyecta imágenes de una niña polaca que se adentra en la noche en las cercanías del campo para recoger algún objeto perdido por los esclavizados prisioneros.



En ese periodo de tiempo le comunican a Höss que ha sido nombrado inspector de todos los campos de exterminio de Alemania. Tiene que vivir en la ciudad organizando el traslado a los mismos de los judíos desde otras zonas de Europa. La esposa no quiere por las comodidades en las que viven en Auschwitz, por lo que se irá sólo a este nuevo puesto. La decisión de deportar miles de judíos húngaros, será uno de sus encargos más importantes. Además le llevará de vuelta con su mujer porque el comandante que le había sustituido no era lo suficientemente cruel y organizado para llevar tal labor. Porque Rudolf Höss tiene como única preocupación realizar con la mayor efectividad y rapidez la eliminación de los judíos, que sería capaz de superar cualquier obstáculo que se opusiese en contra de este objetivo. Es el personaje central de la película, que al final se traslada al tiempo actual, cuando las pruebas de sus asesinatos se muestran en el hoy museo del campo. Otra parte protagonista y sustancial de la misma son los sonidos, y rara vez alguna conversación que se oyen en la casa del comandante, lo mismo que la banda sonora, que es la más apropiada para esa fábrica de la muerte. Tal argumento y contenido hizo merecer a la película el Gran Premio del Jurado en el pasado Festival de Cannes.

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