EL DRAMA DE LA EMIGRACIÓN


 

La emigración desde África a Europa conlleva numerosos peligros por ser irregular y realizarse por métodos no permitidos. La numerosa población joven de países subsaharianos ve en partir al Viejo Continente una forma de labrarse un futuro, e incluso, adquirir fama, como muchos de los futbolistas de color que participan en las ligas europeas. También influye la situación política o los enfrentamientos armados de sus países, la pobreza en general y las consecuencias del cambio climático con sequías permanentes. Sin embargo, esta emigración está casi totalmente vedada. No hay forma de adquirir visados de trabajo o de estudio. Solamente les queda pagar dinero para viajar por mar en cayuco hacia las islas Canarias, o atravesar, primero el desierto del Sahara, para luego embarcarse desde Túnez o Libia hacia Italia. Son rutas extremadamente peligrosas que cada año se cobran miles de víctimas. La película, YO CAPITÁN, escrita y dirigida por Mateo Garrone, cuenta la odisea que viven dos primos adolescentes desde Dakar. Un dramático relato que le supuso un merecido León de Plata a la mejor dirección en el pasado Festival de Venecia.



Los protagonistas a la vez que estudian, trabajan a escondidas en la construcción para ganar dinero y pagar el viaje. Son Seydou y Moussa, dos primos residentes en la capital de Senegal, que aspiran a un futuro mejor. Algún día serán estrellas del futbol y podrán ayudar a sus familias. Tienen decidido ir por tierra hasta Libia y luego viajar por mar. Hay gente que lo ha conseguido, pero lo desaconsejan. Salen sin permiso de sus familias. Un día parten de madrugada en autobús, primero a Mali, luego a Níger. En el camino los van despojando de los pocos ahorros que llevan. La travesía del desierto es lo más duro porque llega el momento que tienen que dejar la furgoneta y hacer el recorrido a pie. Varios compañeros de viaje perecen en el transcurso. En un momento dado, y dentro de Libia, los asalta una milicia y les roba todo el dinero. Moussa es apresado por llevarlo oculto en el ano. El resto tiene que proseguir andando hasta que un camión los lleva a un presidio controlado por traficantes de seres humanos que tratan de conseguir dinero de ellos.



Al final, después de numerosas torturas y de pedir rescate para conseguir la libertad, algunos los venden, según sus oficios o habilidades. Es el caso de Seydou, que a cambio de trabajar en una residencia como albañil, puede llegar a Trípoli ya libre. En la costa libia se empleará en la construcción, mientras ahorra dinero para ir a Italia, y buscar a su primo Moussa, que un día encuentra mal herido al haberse escapado de la cárcel. Una mafia de traficantes les proporcionará un barco viejo para llegar a Italia. La particularidad es que Seydou, si quiere ir con su primo, pues no tenían recursos para ir los dos, tiene que llevar el timón. Al ser menor de edad, no tendrá problemas con las autoridades italianas si buscan a los responsables. Después de una sencilla lección de conducción de barco, parten clandestinamente de Libia en dirección norte. La travesía es dura porque el barco va atestado de inmigrantes, hombres y mujeres con niños y embarazadas. Un viaje por mar más largo de lo que le habían contado a Seydou, que no duerme en todo momento, siempre pendiente de la ruta. Atemorizado por la posibilidad de las olas, por los conflictos entre los pasajeros que se disputan el agua y el poco espacio libre. Una mañana por fin llegan a Sicilia. Una parte de su sueño, tras la dramática odisea, se ha cumplido.

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