Entre 1992 y 1993 el Caúcaso vivió la guerra de Abjasia, el enfrentamiento entre georgianos y la provincia separatista del mismo nombre. Un conflicto político, pero también religioso entre cristianos y musulmanes, representados por los chechenos, que se sumaron a la lucha. La película, MANDARINAS (Mandariinid), escrita y dirigida por el georgiano, Zaza Urushadze, retrata un conflicto irracional entre hermanos. Unos granjeros estonios que deciden permanecer recolectando mandarinas a pesar de la guerra civil, deciden cuidar a dos milicianos de diferente bando que han caído heridos frente a las casas donde viven.
El anciano Ivo, carpintero que fabrica cajas para recolectar y vender la fruta decide cuidar a los dos soldados heridos a pesar del odio mutuo. Según pasan los días logra recuperarles de las heridas. De la misma manera, suprimir la inquina entre ellos en favor de la humanidad y los buenos sentimientos. Se propone que dentro de la casa no haya violencia. Consigue que surga la amistad entre los tres. Una situación violenta a las puertas de la casa hace que prevalezca ésta sobre el enfrentamiento político que les distanciaba. Así, lo más importante queda en evidencia. La guerra sólo persigue la destrucción irracional entre los seres humanos.
El apoyo recíproco que se dan entre el anciano Ivo, Margus, y los jóvenes soldados, Ahmed y Niko, a pesar de las diferencias de religión o de nacionalidad, se produce en tanto que tienen una relación de respeto y aceptación, muy superior a las demás. Por tanto, se muestra lo erróneo de un conflicto, que lo único que produjo son las consecuencias trágicas de la violencia irracional, la muerte, la ausencia, la desolación y el olvido. La película exalta lo contrario, lo humano, que es más fuerte que la fe ciega.
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