EL FIN DE LA VIDA


 

La esperanza de vida es cada vez más prolongada en las sociedades desarrolladas. Hoy resulta habitual superar los ochenta años, lo que ha provocado que los contingentes de población de mayor edad sean más numerosos. La asistencia y los avances médicos han contribuido a este hecho. Además, existe mayor interés en la población por los hábitos saludables relacionados con la alimentación y la práctica deportiva. El objetivo es tener buenas condiciones físicas y la autonomía suficiente para tener una calidad de vida óptima. Frente a los deseos de vivir más y mejor, se encuentra la realidad de la muerte, del fin de la existencia, que hoy, más que nunca se oculta, y surge como un nuevo tabú, que hay que descubrir, y convertir, en una característica asociada al ser humano. La película, EL ÚLTIMO SUSPIRO, del famoso director nonagenario, Costa Gavras, basado en el libro homónimo de Régis Debray y Claude Grange, trata sobre afrontar ese periodo final, de manera que se minimice el sufrimiento ante un abismo al que apenar no puedes ni mirar.



La película comienza cuando al filósofo Fabrice Toussant, le descubren una mancha en el tórax, tras hacerle una resonancia, a la que no le dan importancia, a la espera de su evolución. En una de las pruebas, se le acerca para saludarle, el doctor Augustin Masset, quien le invita a conocer la unidad de cuidados paliativos, que dirige, y los más diversos casos con los que se enfrenta a diario. Casos de enfermos terminales aquejados de dolencias mortales, cada uno con características propias, maneras dispares de situarse ante el último suspiro. La sabiduría del doctor le enseña que los deseos del paciente son prioritarios, como aquella mujer que quería morir, no en el hospital, sino en su casa después de comer unas ostras y un vino maridado; otros, rodeado de su familia, tras hablar con su perro, o con sus amigos moteros; o como aquella gitana en su caravana junto a su marido y su numerosa prole.



El filósofo es testigo que el miedo a la muerte lleva a desconocer cuando ésta se produce, a perder el sentido de la realidad, como el dramático caso de la joven veinteañera que está haciendo planes, cuando la llevan sin remedio al centro de paliativos; en cambio, su conocimiento y aceptación, te permite saber, y decidir hasta cierto punto, el momento idóneo del deceso, como aquella profesora que buscaba un sentido último a este fenómeno humano e inhumano, un destino para su alma o su desaparición. La película termina cuando la última revisión del filósofo indica que su mancha ha crecido, por lo que sufre un auténtico pánico, un miedo enorme, a pesar de lo que ha conocido, o por ello, en el centro de paliativos. Su entorno, el sabio doctor Masset, ahora convertido en su amigo, le aconsejan que debe empezar a luchar por su sanación.

PROUST Y LAS ARTES


 

El Museo Thyssen presenta la exposición, PROUST Y LAS ARTES, que ilustra a través de un formidable conjunto de pinturas, dibujos, grabados y libros, la importancia y la significación de las artes en la obra de este escritor francés, principalmente en la serie, A la búsqueda del tiempo perdido, que nos permite conocer sus gustos personales, y los de las clases altas, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. De todas las maneras, su trayectoria se inicia con su interés por la pintura desde la adolescencia, como queda reflejado en su libro de poesía, Los placeres y los días, una época de su vida donde frecuentaba el Museo del Louvre, y numerosas colecciones y exposiciones particulares parisinas, interesándose por la pintura holandesa del siglo XVII, la italiana del Renacimiento y la francesa de su época. Le influyeron los pintores, Turner, Whistler y el teórico Ruskin. 



Proust, por tanto, combina sus intereses y gustos estéticos con sus propias relaciones sociales y afectivas. Las pinturas de las distintas secciones no lo ilustran, desde sus propios retratos, hasta de sus allegados y amigos. Lo mismo sucede con el París tras las transformaciones urbanísticas de Haussman, captado en sus matices por las pintura impresionista, que forma un grupo significativo de esta muestra. Monet es el modelo, entre otros, para su prototipo de pintor, Elstir. Por otra parte, podemos descubrir a través de distintos retratos y personajes, aquellos salidos de su pluma, como Charles Swann, representante en la novela de la alta burguesía culta, refinada, atraída por el coleccionismo artístico, la crítica y la historia del arte; o la duquesa de Guermantes y el barón de Charlus, aristócrata, poeta y homosexual. Desde este punto, nos dirige al interés del escritor por Italia, concretado en dos viajes que hizo a Venecia, bajo la dirección de los libros de Ruskin, interesado por la arquitectura gótica en un ambiente evocador.



Proust se interesó por la moda, que le permitiría contactar con artistas españoles como Mariano Fortuny hijo, y por razones personales, con Raimundo de Madrazo. El Retrato de la condesa de Noilles, de Ignacio Zuloaga, nos hace pensar hasta dónde llegaban sus contactos con la clase alta parisina. Después de Venecia, hay un espacio de la visita dedicado a las catedrales góticas, guiado por Ruskin, una vez más, y el historiador del arte francés, Émile Mâle. Proust, no sólo miró al pasado, sino también a los cambios de gusto de la época. Ya sabemos su conocimiento del arte impresionista, ampliamente representado, sino también por el simbolismo, y el desarrollo de las vanguardias entorno a la Primera Guerra Mundial. El escritor junto a Reynaldo Hahn, siguieron con pasión, los Ballets Rusos de Diághilev.



Los últimos espacios del recorrido ilustran con pinturas las creaciones de ficción de Proust, como Balbec, un lugar indeterminado de la costa francesa, y al pintor prototipo, Elstir, una mezcla de varios artistas del pasado, y de su propia época como el americano Harrison, su amigo Helleu, o Whistler, Moreau, y sobre todo, Monet. El último espacio muestra todos los volúmenes en primeras de ediciones de su magna obra, especialmente referido al tiempo transcurrido tras la Gran Guerra, el llamado, Tiempo recobrado, entendido como epílogo de su propia vida, personal e intelectual. Las imágenes del artista en su lecho de muerte, y los poderosos autorretratos de Rembrandt, subrayan el implacable y destructor paso del tiempo.




EN BUSCA DE SÍ MISMO


 

España fue hasta no hace mucho tiempo un país de emigrantes. Lo volvió a ser tras la crisis financiera del 2008, cuando muchos jóvenes sin expectativas de futuro, decidieron viajar fuera de sus hogares. La única manera de poder encontrar un trabajo, de romper con las rutinas limitativas de la vida diaria. Cambiar de aires, además, supuso crecer emocionalmente y desarrollar una personalidad todavía no suficientemente expuesta. Es lo que le sucede al protagonista de la película, MUY LEJOS, escrita y dirigida por Gerard Oms, que cuenta cómo un aficionado al equipo de fútbol Español, decide quedarse en Ámsterdam, después de un partido de la UEFA. Poco antes de subir al avión, dice a sus amigos, que se le ha perdido la cartera con la documentación y el dinero, tras haberla tirado a una papelera. Desde este momento, tiene que buscarse la manera de sobrevivir. Conseguir un trabajo para pagarse la habitación de un hotel o una casa.



Sergio, el protagonista, ante las circunstancias, tendrá que sacar lo mejor de sí mismo para empezar desde cero, incluso, afrontar los aspectos ocultos o reprimidos de su personalidad. Así, pronto conseguirá un trabajo para descargar muebles, junto a otros emigrantes, la mayoría indocumentados. Circunstancia que durará poco tiempo. Uno de sus compañeros, Yusuf, de origen marroquí, le llevará con él a otro trabajo en un restaurante como lavaplatos. Mientras, tiene que abandonar el hotel donde vivía porque no podía adelantar el dinero de la habitación. Pero será una mujer de origen inmigrante quien se apiade de él y le de alojamiento. De esta manera, el tiempo transcurre entre el trabajo y las horas libres que ocupa en aprender el nuevo idioma, y los partidos de fútbol en el parque con otros jóvenes inmigrantes. Por otra parte, a su familia la tiene engañada, por la pérdida de su documentación. 



Llega las fiestas de la Navidad y las puertas de las casas de sus amigos, se le abren. La de Manel, un catalán que vive en pareja con una holandesa, pero que gana dinero con el empadronamiento de indocumentados; la del círculo de amigos y parientes de Thenna, la casera, que le da alojamiento. Un día, la policía detiene a su amigo Yusuf por esa circunstancia. Sergio, le prometió que le ayudaría, pero no lo hizo. Finalmente, sale del armario, tras asumir su condición, después de enfrentarse a quienes le rodean. También, decide quedarse en Ámsterdam, sobre todo, cuando un día le visita su hermano para traerle aquella cartera que había tirado a la papelera. La familia, por tanto, está enterada, pero inquieta por su lejanía, pero Sergio ha logrado ya vivir como en realidad es él, sin cortapisas, a pesar del entorno hostil con el extranjero, explotado en trabajos precarios. El director, así, presenta siempre la historia, que tiene aspectos autobiográficos, lo más cercano a ese duro vivir diario de los personajes, a veces con toques de humor, expresión de un mundo globalizado y multilingüe. 

POSTERS DE ANDY WARHOL


 

La Fundación Canal presenta la exposición, ANDY WARHOL. POSTERS, sobre una de las facetas más características y medio de expresión del famoso artista pop, durante dos décadas y media, desde que consiguió la fama hasta su repentina muerte en los años ochenta. Antes de conseguir su aureola artística a mediados de los años sesenta, fue un reputado ilustrador publicitario, que se transformó en ese adalid de un nuevo movimiento artístico, que ha perdurado hasta nuestros días.  Un movimiento adaptado al desarrollo de la sociedad de consumo, impulsada por los medios de comunicación de masas, que elevan a iconos de la cultura popular, personajes y mercancías cotidianas. Su aportación personal fue la forma que empleó, la repetición de las imágenes, y la técnica empleada, la pintura a partir de una fotografía, para imprimirla en distintos soportes, en concreto, utilizó la serigrafía, y diferentes sistemas de impresión para la reproducción masiva. El cartel, por tanto, va a ser constante en su trayectoria, con distintas finalidades: anunciar una exposición suya, los más comunes, con su firma destacada; un producto comercial; un evento cultural o deportivo; una celebridad política, cinematográfica o musical, entre otras.





La exposición reúne unas 133 obras, la mayoría carteles, aunque también portadas de discos y revistas, desde los más recientes en los años sesenta, hasta sus obras finales. Parece ser que Warhol diseñó unos 33 carteles en dos décadas y media, pero supervisó y dio instrucciones para más del doble de impresiones. Sabemos que tuvo que adoptar un método de trabajo en equipo para poder afrontar todo tipo de encargos, centralizado en el famoso estudio, The Factory. De esta manera, la exposición madrileña, organizada a partir de los fondos donados al Museum für Kunst und Gewerbe, nos permite acercarnos a la figura multifacética del artista norteamericano, que se ocupó igualmente, de la fotografía y del cine, para centrarse en una multitud de temas, que van de objetos de lujo a los de consumo cotidiano, de la realeza a la farándula, del capitalismo al comunismo, de la actualidad del cine y la televisión, del deseo sexual, la música y la moda, todos frutos de sus obsesiones que conforman un universo propio, organizado en seis secciones temáticas, según la tipología de las obras.






Las cuatro primeras secciones, Primeros carteles; Papeles pintados; Adaptaciones y series gráficas; y Carteles tardíos, ocupan un amplio espacio central, tras un vestíbulo de introducción limitado con barriles metálicos. Un espejo al fondo amplifica la visión del visitante, que encuentra las series de carteles a un lado y otro, como si estuvieran, así dispuestos, para su venta. Una solución ingeniosa para contemplarlos sin dificultad. El valor de la exposición se descubre según inicias el recorrido, pues te encuentras imágenes icónicas del artista, como el retrato de Lyz Taylor, o el motivo Flowers. A partir de ahí, una secuencia de toda la iconografía conocido del artista: el cartel de la película Couch, dirigida por el artista en 1964, de carácter pornográfico; aquél que representa a la Pastillas de Jabón Brillo, de 1970. Por otra parte, enfrente ejemplos de wallpapers y carteles de la Vaca en diferentes combinaciones de colores; y de Mao, y del candidato contra Richard Nixon, McGovern





En la tercera sección, observamos adaptaciones de sus obras para sus nuevos contextos de exposición;  creaciones originales, como el cartel de la película de Fassbinder, Querelle, realizado a partir del posado de dos jóvenes, y proyectos como Reina Reinantes, con la icónica imagen de Isabel II. La sección dedicada a los carteles tardíos corresponden a aquellos que reproducen las imágenes muy conocidas del ya célebre artista, como las latas de sopa Campbell, los Dollard Signs, así como carteles publicitarios para conocidas marcas como Levi´s, Absolut Vodka o Playboy. Ya en otra sección, Retratos, el visitante puede admirar una de sus iconografías más célebres, y por la que recibió numerosos encargos. Podemos destacar los dedicados a Marilyn o Elvis Presley. Finalmente, el recorrido termina con las portadas de discos, como los icónicos de The Velvet Underground y Nico, y de Rolling Stones, como las de las revistas Time e Interview, que él mismo editaba. Un cartel realizado cuatro meses antes de su muerte compuesto por su autorretrato, nos da la despedida.




PROBLEMAS DE LA SORDERA


 

Tener la discapacidad de la sordera, vivir en un mundo sordo, te impide comunicarte bien con los oyentes, que se desempeñan en el suyo, sin importarles que otras personas no puedan escucharles, la mayoría de las veces por desconocimiento de esa realidad. La lengua de signos permite que estas personas se comuniquen entre ellas, a la vez, que nosotros lo hagamos con ellos. Cada vez es más común ver programas, sobre todo informativos, con un intérprete, que les hace llegar las noticias. No todos los sordos son iguales, pues existen diversos grados de discapacidad, y los avances médicos, están contribuyendo a solucionar los problemas que sufren estas personas en un mundo no suficientemente adaptado para ellas. La película, SORDA, escrita y dirigida por Eva Libertad, trata muchos de ellos, especialmente con los que se enfrenta una persona con discapacidad auditiva en la maternidad.



Ángela y Héctor son la pareja protagonista. Ella es sorda y él oyente. No tienen problemas porque se comunican mediante lengua de signos y haciéndose entender mediante la lectura de labios. Tienen amigos en común, muchos de ellos de la misma condición que Ángela. Tampoco le causa problemas su trabajo como alfarera. También, su padres, desde niña, se adaptaron a sus necesidades, aprendiendo su lengua. Todo cambiará cuando tenga que afrontar la maternidad. Las clases de preparación para el parto, y el mismo momento de tener a su hija, le van hacer sentir mal, por no poderse comunicar bien con las enfermeras y médicos. Para superar estas situaciones, estará Héctor, para poderse entender mediante signos, aunque no será suficiente, y en todos los momentos. Podría utilizar audífonos en los oídos, pero le causan fuertes distorsiones que no soporta.



Ángela y Héctor antes del parto consultaron si su hija sería oyente o sorda. Había posibilidades de tener discapacidad, pero la protagonista nació oyente, y luego se volvió sorda, y sus padres eran oyentes, pero con familiares de esa condición. La buena noticia fue que la niña era oyente, lo que causará un problema importante entre ellos. Héctor será quien poco a poco se ocupe de su hija, pues parece que se comunica mejor con la cría, lo que provoca que Ángela se sienta apartada de la crianza. Ese es el conflicto esencial, pues su mundo es sin sonido, como la directora nos muestra dramáticamente en las secuencias finales de la película, para que el espectador tome conciencia de lo que siente Ángela. Una situación conflictiva que se resolverá cuando observe que la niña, a la vez que aprende a hablar, le hace caso con el empleo de la lengua de signos, que también va adquiriendo poco a poco, valorando, así, su rol como madre.

HISTORIA DE LA ESCUELA DE CINE


 

La Filmoteca Española presenta la exposición, LOS CIEN METROS LIBRES. VIDA Y MILAGROS DE LA ESCUELA DE CINE (1947-1976), que analiza la trayectoria de la misma desde su fundación a comienzos de la dictadura, hasta su cierre, cuando se la veía como un organismo opuesto al régimen. Reúne una muestra de sus valioso archivo, que tiene un trabajo constante de conservación y divulgación, donde lo más valioso son las numerosas prácticas que hicieron sus alumnos durante los tres años que duraba el plan de estudios. Un plan de estudios que mezclaba teoría y práctica, distribuida en las distintas especialidades que ofertaba, desde la más relevante, como la dirección, hasta la interpretación y decoración. El visitantes puede visionar algunas de ellas, tanto por medio del vídeo, como de las fotografías conservadas de los rodajes. Unas eran las propias y continuas de la enseñanza, como las de fin de licenciatura, que llegaron a ser publicitadas a comienzos de los años sesenta, su época dorada, en el Palacio de la Prensa.



La historia de la escuela de cine tuvo dos periodos durante unos treinta años. Uno entre 1947 y 1962, cuando se llamó, Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, de carácter fundacional por la precariedad de los medios; y otro entre 1962 y 1976, de consolidación, cuando surgen numerosos profesionales que se incorporan a la industria. A sus inicios, se muestra su vinculación con la Escuela de Ingenieros Industriales, que había incorporado en sus planes de estudio, materias relacionadas; luego como un espacio segregado, para trasladarse posteriormente a un edificio propio en la Dehesa de la Villa. Durante tres décadas, se formó en el centro, lo más granado del cine español de la segunda mitad del siglo XX. No solo en lo referido a los directores, sino también, en los oficios de guionistas, fotografía, decoración, e interpretación. A la escuela lograron ingresar 1515 estudiantes, de los que solo 180 fueron mujeres. Muchos alcanzaron el éxito en la profesión, como los conocidos, Carlos Saura, Joan Antonio Bardem, Luis García Berlanga, Mario Camus, Pilar Miró, y una larga lista, que además fueron profesores en la misma.



La escuela nació en los oscuros años cuarenta de un régimen autárquico que pretendía formar a profesionales del Séptimo Arte para promover producciones que lo ensalzaran a imitación de otros sistemas totalitarios. Sin embargo, fue un centro que respiraba entusiasmo por crear en libertad y expresarse de esa manera, germen de la futura democracia. Las prácticas de los alumnos son un claro ejemplo, como la de aquella que hicieron en su segundo año, Bardem y Berlanga, recientemente recuperada, pues la dejaron sin editar, llamada, Paseo por una guerra antigua, que captaba imágenes de las ruinas de la Ciudad Universitaria. Otras muestran perspectivas igualitarias respecto a las mujeres, o incorporaban comportamientos claramente censurados por las autoridades, con la fortuna que esas primeras experiencias cinematográficas, no pasaban la censura de las películas comerciales. La exposición, por tanto, no deja indiferente al visitante interesando en el cine, que valora, sobre todo, el alto nivel artístico que llegó a desarrollar, y el importante legado, compuesto por sus producciones y documentos, para distintas generaciones.


LA DESESPERACIÓN DE MODIGLIANI


 

A comienzos del siglo XX, se desarrolla una auténtica revolución en la pintura. La protagonizaban los artistas de vanguardia. Aquellos que educados en unas formas tradicionales, querían aportar una concepción nueva, más avanzada, de entender el arte. Unos, como Pablo Picasso y Henry Matisse, alcanzaron pronto el reconocimiento, y encabezaron estilos novedosos como el Cubismo o el Fauvismo; otros, en cambio, no tuvieron ese reconocimiento o murieron jóvenes, quedando relegados al juicio de la posteridad. Es el caso del famoso artista del mismo nombre, que protagoniza la película, MODIGLIANI, TRES DÍAS EN MONTPARNASSE, dirigida por Johny Depp, basada en la obra de Dennis Mcintyre, que cuenta la frustración por no ser suficientemente valorado por los coleccionistas en el París de 1916, durante la Primera Guerra Mundial.



La obra de Amedeo Modigliani alcanza hoy en las subastas precios astronómicos, pero a comienzos del siglo pasado, era escasamente valorada. El artista vivía por ello en la pobreza, junto a otros de su misma condición, como Maurice Utrillo y Chaim Soutine, que los vemos en la película, unidos por sus juergas nocturnas por las calles de París. Modigliani buscaba el reconocimiento de su creatividad, no tener que vender sus cuadros y esculturas como un artista ambulante. También, haciendo retratos de damas en restaurantes y cafés, que muchas veces acababan con altercados. Si bien confiaba en su marchante, Zborowski, se dio cuenta rápido, que se beneficiaba por las ventas de sus pinturas, sin retornarle los ingresos que obtenía. En esos días de 1916, que narra el argumento, ante esta situación improductiva, Modigliani le pide dinero para regresar a su ciudad natal, Livorno, lugar donde se sitúan muchos de sus sueños de la infancia.



La guerra, sus recuerdos de una infancia difícil junto a su madre, la muerte que se apodera de la capital francesa por la incesante violencia, la tuberculosis que le hace toser sangre, llenan los días y las noches de aquella época. Solamente la compañía de su novia, la periodista, Beatrice Hastings, que a la vez hace de modelo, le alivia el sufrimiento y la espera de un coleccionista que parece interesado en sus obras, un personaje llamado, Gangnat. Luego se enterará, que era un engaño del marchante para retenerle en París. Además, el encuentro con el coleccionista será la causa que incremente su ira por no tener el suficiente reconocimiento. Le dirá que su pintura apenas valen unos pocos francos, a diferencia de su esculturas. La película termina cuando Modigliani, desesperado, destruye las obras que tenía en su casa taller lanzándolas por la ventana. 

JUDÍOS EN LAS BRIGADAS INTERNACIONALES


 

El Centro Sefarad-Israel presenta la exposición, POR VUESTRA LIBERTAD Y LA NUESTRA. LOS JUDÍOS EN LAS BRIGADAS INTERNACIONALES, que reúne fotografías, libros, documentos, objetos, y vídeos, que resaltan la relevancia del contingente judío entre los voluntarios internacionales que ayudaron a la República durante la Guerra Civil. Un porcentaje cercano al 25%, de un total de unos 40 mil participantes, que desarrollaron diversas actividades, además del combate: como la medicina, la enfermería, el periodismo, la fotografía, y la literatura, entre otras. De algunos de ellos, tal vez, los mejor documentados y relevantes, recoge un resumen de su biografía, a lo largo de la visita, y el destino, la mayoría de las veces, trágico, que les esperó tras la contienda española. Un recorrido que se inicia destacando la persecución iniciada por los nazis en Alemania y otros países, desde 1933, que provoca una fuerte emigración hacia el occidente europeo. El golpe de Estado de Franco en julio de 1936 les sorprendió a muchos de ellos en Barcelona celebrando las Olimpiadas Populares para protestar de las oficiales que se celebraban en Berlín. Lo que fue el momento oportuno para ayudar a defender la democracia y la justicia frente al antisemitismo y el totalitarismo.



Las Brigadas Internacionales provinieron de unos 50 países, destacando los contingentes más numerosos de Francia, unos 10 mil, compuesto de franceses y exiliados, seguidos de los alemanes y austriacos. Desde la capital francesa se canalizaron los que llegaron, a su vez, de otras regiones del mundo, cuyo trayecto pasaba por Barcelona, Valencia, y terminaba en Albacete, convertida en centro logístico, donde se organizaba, primero la instrucción militar, luego el apoyo concreto. Fue un contingente de respuesta al criterio de no intervención asumido por las democracias liberales, y a la ayuda directa a los rebeldes de armamento y hombres de los regímenes fascistas de Hitler y Mussolini. Las brigadas representaban la pluralidad ideológica de la época. Destacaba la militancia comunista, aunque también socialista, socialdemócrata, anarquista, o liberal, unidas frente al propósito de enfrentarse a la uniformidad defendida por Franco, que se apoyaba en la política de los Reyes Católicos, y que estigmatizaba a sus enemigos como defensores de un contubernio marxista y judeo-masónico.



El compromiso y la participación de los judíos fue numerosa alentada por el Consejo Judío Internacional como una oportunidad contra los que pretendían aniquilarlos. Solamente en el contingente norteamericano supuso casi el 40%. Desde muy pronto participaron en la defensa de Irún, posteriormente, en las grandes batallas de la guerra. Se recuerdan la centurias Thaelmann y Tom Mann; la participación de los intelectuales, Simone Weil y Carl Einstein en la Columna Durruti; la militancia en el POUM, hasta su ilegalización en 1937; la existencia de una compañía de judíos, la Naftali-Botwin; la participación de escritores y periodistas como Arthur Koestler, Emma Goldman, e Llia Ehrenburg, así como las fotógrafas, Kati Horna, Margarete Michaelis, y Gerda Taro, que trabajó junto a Robert Cappa y David Seymour, para la revista Regards. Finalmente, la exposición termina con un vídeo que recupera las imágenes de la despedida de las brigadas en 1938. Además, pone el énfasis, que esta muestra contribuye a realizar un acto de justicia histórica en virtud de la Ley de Memoria Democrática de 2022, que otorga la nacionalidad española a sus descendientes, sin renunciar a la suya previa, siempre que mantengan un compromiso  activo con la preservación del recuerdo de sus ascendientes y la defensa de los valores democráticos.

SOROLLA Y LA FOTOGRAFÍA


 

La actual exposición con motivo del centenario del pintor Joaquín Sorolla que se expone en la Galería de las Colecciones Reales, muestra un cuadro dedicado al fotógrafo valenciano Antonio García Peris. Sabemos que le pintaría en varias ocasiones junto a su mujer. La razón es que fue su amigo y mentor en sus estudios de pintura, pues él también lo era, y que le introduciría en los círculos artísticos. Además, le contrataría siendo joven como ayudante en uno de sus estudios que tenía en el centro de Valencia, dedicados principalmente al retrato de la burguesía. Posteriormente, Sorolla se casaría con su segunda hija, Clotilde, convirtiéndose, en su suegro. Por ello, la existencia de un número de testimonios gráficos de la juventud y de la familia del afamado pintor, se debe primero al trabajo de éste, y luego al interés de Sorolla por el medio fotográfico que conservó a lo largo de su carrera.



El fotógrafo Antonio García Peris, además de suegro de Sorolla, fue un auténtico padre por la condición de huérfano del pintor. Las dos carreras, la de fotógrafo de uno, y la de pintor, de otro, se cruzaron, entonces. El primero ya era un profesional de prestigio desde mucho antes de conseguir la Medalla de la Exposición Nacional de Fotografía de 1905, cuando en los años ochenta cubrió el viaje de la Reina Regente a la ciudad, o alcanzó el éxito como retratista diez años antes. Joaquín Sorolla alcanzó la cima de su fama hacia 1900 al ser reconocido a nivel nacional e internacional en las exposiciones y salones de media Europa. Su estilo, como fue normal a finales del siglo XIX, entre la mayoría de los pintores, se vio influido por la fotografía. Sus composiciones así lo demuestran, como si los ojos del artista captaran las escenas a través de las lentes de una cámara. También reconocía su empleo al retratar personajes con una ellas en sus manos, como ese cuadro, en la citada exposición madrileña donde una joven es pintada en un paisaje al lado del mar Cantábrico.





EL OCASO DE LA MAFIA


 

EEUU fue una tierra de oportunidades para los numerosos inmigrantes que llegaban al país a principios del siglo pasado. Querían cumplir el llamado sueño americano, subir en la escala social, desde la pobreza, hasta lo más alto, encabezando algún negocio próspero. Sin embargo, las circunstancias no eran tan fáciles, a pesar del fuerte desarrollo económico que se experimentaba. Lo que propició que un grupo de los recién llegados, empleasen métodos al margen de la ley para ganarse la vida. Formaron, así, organizaciones que utilizaban la violencia y la corrupción, o se favorecían de las prohibiciones a distintos productos, para enriquecerse, mientras las autoridades, miraban interesadas hacia otro lado. La película, THE ALTO NIGHTS, dirigida por Barry Levinson, nos cuenta la historia de la mafia italiana centrada en dos de sus jefes, Vito Genovese y Frank Costello, cuyo enfrentamiento a finales de los años 50, va a propiciar su ocaso.



La historia es una gran flash back contada por Frank Costello, el máximo jefe de la mafia, que había subido en el escalafón, después que Vito tuviese que abandonar el país acusado de dos asesinatos. Los dos personajes habían decidido desde jóvenes salir adelante mediante métodos al margen de la ley. A pesar de la amistad, eran muy diferentes, uno inteligente, interesado en las relaciones con la política y la policía, y otro, más violento, sin abandonar la calle, el barrio donde surgió y el garito donde se reunían llamado The Alto Nights. El liderazgo de Costello imprimió la paz y aseguró grandes beneficios desde la época de la Ley Seca, gracias a sus métodos discretos y la connivencia con las autoridades. Vivía en un lujoso apartamento de Manhattan y no portaba nunca armas, ni tenía guardaespaldas. Todo cambió cuando Vito regresó de su largo exilio tras la Segunda Guerra Mundial. Quería recuperar la jefatura de la organización, la dirección de todos sus negocios.



Costelo no se opuso a las pretensiones del antiguo amigo, pero discrepaba de sus métodos, que llamaban la atención de las autoridades, que habían puesto el objetivo en la persecución de actividades criminales como el tráfico de drogas. Los distintos miembros de la organización le preferían, así, frente a Vito, al que surgían cada vez más problemas, unos motivados por su vida privada, otros por la envidia y el resentimiento. Todo cambió cuando intentó asesinar a Costelo, del que milagrosamente salió ileso. Entonces, éste decidió apartarse de la organización y dejar la jefatura de la mafia. Pero, en realidad, era una estratagema para denunciar a toda la organización, que siempre había sido minusvalorada por las autoridades, que pasan a perseguirla sistemáticamente, dirigidas por el mismísimo Edgar Hoover. Por otra parte, destaca la película por la interpretación doble del actor Robert de Niro de los dos cabecillas. Pero adolece de parecerse, en determinados momentos, a un documental, al narrarse, más que con acciones, con una supuesta entrevista al protagonista, años después, y emplear imágenes antiguas originales y de ficción.