Hubo una época que Latinoamérica estuvo gobernada por dictaduras militares que han pasado a la historia por su crueldad. Recordamos la de Pinochet en Chile o la de la Junta Militar en Argentina, que torturaron e hicieron desaparecer a miles de personas. Pretendían luchar contra la subversión, pero en el fondo su enemigo era la libertad y la democracia. Brasil no fue ajeno a esta tendencia en un contexto de Guerra Fría, bajo la influencia de la política exterior norteamericana. La película, AÚN ESTOY AQUÍ, del director Walter Salles, basada en el libro de Marcelo Paiva, cuenta la historia de una víctima de la dictadura, la del exdiputado Rubens Paiva, que fue detenido en 1971, y desapareció por la represión ejercida por los militares. La historia se desarrolla en tres épocas: la de los setenta, cuando se producen los hechos; en 1996, ya restablecida la democracia, y en 2014. Una historia que es la lucha de su mujer por averiguar la verdad y hacer justicia por los crímenes cometidos.
Rubens Paiva era ingeniero y junto su familia, vivía en una casa grande frente a la playa de Río de Janeiro. Una casa siempre con las puertas abiertas a los amigos, lo más granado de la sociedad brasileña de la época. Allí se celebraban reuniones para celebrar cumpleaños o simplemente comer o intercambiar ideas en una época donde la libertad estaba limitada por el régimen militar. Eunice, su mujer, cuidaba de sus cinco hijos, cuatro chicas y un chico. Velaba por sus preocupaciones y sus estudios diarios en el colegio. Un día, unos desconocidos armados, llamaron a la puerta, para llevarse, primero al marido, luego a ella y una de sus hijas mayores. La otra se encontraba en Londres, que vivía con unos allegados, que habían decidido irse del país. El padre nunca regresó a casa. Eunice lo hizo días después tras ser interrogada una y otra vez. Desde ese momento, emprendió una lucha para descubrir su paradero, qué le había pasado.
Eunice, con la ayuda de sus conocidos, descubre, tras recuperar su vehículo del cuartel militar donde estuvo, que había desaparecido, uno de los destinos trágicos de algunas víctimas, hecho que no reconocía el régimen, y que ella pretende sacar a la luz. Entretanto, sin los ingresos del marido, tienen que dejar la casa en Río de Janeiro, para trasladarse a Sao Paulo, donde vivían sus padres, e iniciar una nueva vida. Allí la encontramos 25 años después, convertida en una activista por los derechos humanos, y en ese momento, ya recuperada la democracia, en una defensora de los indígenas. Es la etapa en la que el gobierno le proporciona el certificado de defunción de Rubens, poniendo fin a una lucha iniciada muchos años antes. En 2014, poco antes de morir, la vemos en una silla de ruedas reunida con toda su extensa familia, vivo todavía el recuerdo, a pesar de la enfermedad, del trágico destino de su marido.
En los títulos de crédito podemos conocer más detalles de la historia. Que el marido murió en mayo de 1971, y le hicieron desaparecer, dentro de un total de 200 víctimas con el mismo procedimiento. Años después se supo quiénes fueron sus asesinos, pero no llegaron a ser procesados. Eunice consiguió el título de derecho con 48 años, para ejercerlo como defensora activa de los derechos de los más desfavorecidos, y que murió en 2015 con 89 años, enferma del alzhéimer. También se muestran las fotos originales de la familia, que en la película se simulan su realización. Lo mismo que emplea el recurso de grabar con un tomavistas, escenas de cine, cuando la familia está reunida en la playa o en alguna celebración en la casa, que proporciona una factura especial a la película, y nos permite cambiar de época de manera fidedigna. Constituye una reconstrucción sólida del pasado, de la felicidad, por los cambios de una nueva época, y del dolor, por la violencia ejercida por la dictadura para frenarlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario