El origen judío de Nicolás Muller le hizo emigrar de su país natal en dirección a Francia como otros grandes fotógrafos húngaros de su generación como Robert Capa y Brassaï. Su carrera profesional la empezó en Hungría, realizando imágenes de carácter etnográfico. En país galo, a lo largo de su geografía, trabajaría captando a sus gentes para revistas ilustradas como Paris Match y Regards. En su particular huida del fascismo, llegará a Portugal, de la cual tenemos excelentes fotografías de Coimbra y Oporto. La dictadura de Salazar le desplazará al Marruecos, entonces, protectorado español, que le permitirá seguir con su carrera al abrir un estudio en Tánger, donde empieza a colaborar con importantes publicaciones españolas.
Tras los años felices en Marruecos, se instalará en Madrid en 1947, donde abre un estudio en el Paseo de la Castellana. En la posguerra, Nicolás Muller, conocerá a los más importantes escritores y artistas españoles del momento. Numerosas publicaciones tendrán ejemplos de su actividad fotográfica como Mundo Hispánico. Captará con su cámara, la geografía española, en la que sus gentes son los verdaderos protagonistas. Su estilo fotográfico se muestra en formato cuadrado, siempre en blanco y negro, con gran precisión en la captación de la luz y la composición, principalmente de elementos estáticos. Le gusta emplear el picado y contrapicado. En los primeros planos de las figuras, éstas se hacen presentes, muy cercanas al espectador.
Combina la pretensión documental y artística. La representación de los niños tiene reservado un espacio particular en su carrera. Representa tanto a personajes anónimos, campesinos, trabajadores de una fábrica, paseantes de una ciudad, como a famosos, pero contextualizados en una calle o un parque, como el retrato famoso de Pío Baroja en el Retiro madrileño.
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