La violencia está muy presente en la sociedad de los países iberoamericanos. Muchos conflictos se resuelven con el asesinato de los oponentes, ya sea un dirigente sindical o un líder político que defienda a los más desfavorecidos. De la misma manera que han surgido guerrillas que combaten las profundas diferencias entre ricos y pobres, las oligarquías y las empresas que explotan el medio ambiente, han contratado grupos paramilitares para la defensa de sus intereses por más injustos que sean. Además, el combustible que ha incendiado más el conflicto y ha incrementado la violencia, ha sido el tráfico de drogas. La película colombiana, EL OLVIDO QUE SEREMOS, dirigida por el español, Fernando Trueba, con un guion de su hijo David, nos cuenta la biografía del médico Héctor Abad Gómez, defensor de la sanidad pública y de los derechos humanos, que fue asesinado por defenderlos.
La película se basa en la biografía del mismo título escrita por el hijo del protagonista, que llegó a ser escritor. El único varón de una familia de seis vástagos. La película, de esta manera, atiende especialmente a la relación entre el hijo y el padre, en una convivencia continua, pues el padre le llevaba a sus clases en la universidad donde enseñaba medicina. La biografía atiende a tres épocas, 1971, la parte más amplia de la historia, cuando el padre destaca como profesor y activista en la universidad en defensa de la sanidad pública colombiana; en 1983, cuando se jubila y su hijo estudia literatura en Italia, y en 1987, cuando es asesinado por unos sicarios, justamente cuando se iba a presentar como candidato a la alcaldía de Medellín por el partido liberal.
La película cambia, por tanto, de registro según avanza la biografía. La época feliz contada por su hijo, corresponde a la que se muestra en color a comienzos de los años 70. La familia vive de forma acomodada en un barrio próspero de Medellín. El sueldo del padre, y de la madre, de todas las maneras resulta justo para mantener a toda la familia. Al Héctor, médico y activista se le ve preocupado por la calidad de las aguas que transmiten enfermedades, y muy querido por los alumnos porque les enseña a pensar sobre todo. En esta época ya le acusaron de ser comunista y no seguir la religión católica. En blanco y negro son las dos siguientes etapas de su vida. La jubilación forzada que padece no le impide seguir luchando contra la injusticia y en favor de los más necesitados.
Finalmente, su mayor compromiso y la entrada en política, provocarán su asesinato en la calle cuando iba a asistir a una reunión del sindicato de maestros. Héctor Abad tenía el corazón en la izquierda y la razón en el centro, pero la defensa de aquellos que sufrían constantes abusos, no impidió que la violencia política se ejerciese contra él. Una vez que apareció en una lista de posibles objetivos de los paramilitares, se esperaba un suceso de tal magnitud. En el traje que llevaba cuando murió, su hijo encontró un escrito donde hablaba de la muerte, y del olvido al cual estamos condenados.
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