La sala de exposiciones Alcalá 31 muestra una original retrospectiva titulada GUILLERMO PÉREZ VILLALTA. EL ARTE COMO LABERINTO. sobre las distintas facetas del artista gaditano. De su formación como arquitecto, el diseño del espacio expositivo, que da soporte a su principal actividad, la pintura, completada con un conjunto de muebles de formas originales y joyería. Todo un hombre del Renacimiento, un artífice, como le gusta llamarse. Algún mueble o maquinaria de madera, recuerda a los objetos salidos de la mente de Leonardo Da Vinci, dibujados, y nunca llevados a la práctica. Para cualquier historiador del arte, su pintura, que se podía clasificar dentro del postmodernismo de los ochenta, por sus numerosas referencias culturales, resulta muy valorada.
La exposición en la sala alargada del edificio de Antonio Palacios alude a una perspectiva de su obra. El arte comprendido como un laberinto. Una referencia clásica al mito del Minotauro. Los cuadros aparecen expuestos en una estructura de paredes a modo de laberinto cuyo punto de fuga es un templo circular que nos recuerda el templete de San Pedro in Montorio de Roma construido por Bramante, decorado con una inscripción interior que dice: La vida surge para tener consciencia de la belleza. Arriba, en el segundo piso, hay un retrato gigante, tal vez el rostro del mismo autor, porque en los laterales hay dos dibujos, con sus autorretratos, uno a los 35 años y otro a los 66, con textos de su mano. Podemos decir, de esta manera, que la exposición trata sobre su obra, y el mismo como centro a lo largo de su vida.
La pintura de Guillermo Pérez Villalta representa mundos imaginarios, que estructura a través de construcciones geométricas dentro de un paisaje frente al mar. Sin duda alguna iluminado con la luz de la costa mediterránea o atlántica de su Andalucía natal. Valora en muchos ejemplos la perspectiva abierta por galerías cuyo fondo se pierde en el horizonte. En otras imágenes, los edificios guardan un depósito de agua donde se desarrolla la escena. Los protagonistas son tanto las pocas figuras humanas, principalmente hombres desnudos, como las estructuras arquitectónicas donde se encuentran. Es el espacio idóneo para el mito clásico, para una vida simbólica, cercana a las imágenes surrealistas, a la manera de Giorgio de Chirico, Dalí o Miró. Y sobre todo, la búsqueda de la belleza a la que llega la imaginación del artista, y que lograda a través del arte, la muestra al espectador para su contemplación.
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