LA BIOGRAFÍA DE CARLOS ACOSTA


Estamos acostumbrados a ver películas biográficas cuando el protagonista hace ya mucho tiempo que ha fallecido. Son personajes destacados por su actividad política, literaria o científica. La relevancia histórica o personal supone un ejemplo para el público. La película, JULI, dirigida por Iciar Bollaín, con un brillante guión de Paul Laverty, aborda la trayectoria del gran bailarín cubano, Carlos Acosta, todavía en activo. Una trayectoria difícil que arranca en la niñez dentro de un hogar humilde del extrarradio de la Habana, hasta conseguir ser primera figura del Royal Ballet de Londres durante 15 años. El quería ser un niño más de la calle, vivir con su familia, pero la tenacidad paterna le obligó a sacar partido de sus cualidades innatas para la danza.


El padre de Juli es un personaje fundamental para lograr el éxito que llegó a alcanzar. Hizo todo lo posible para que fuera formado lo mejor posible en las escuelas vocaciones de Cuba, venciendo la resistencia que oponía desde niño, y luego durante la juventud, para desarrollar su enorme talento. Incluso, después de ganar su primer concurso internacional, el prefería volver a su país natal con la familia. Sin embargo, esta perseverancia paterna y los maestros cubanos, le hicieron comprender la importancia de llegar a ser una estrella de la danza. El propio régimen le dio permiso para residir fuera del país sin convertirse en un refugiado político, sin duda, por las propias convicciones sociopolíticas de Juli.


El protagonista nunca renegó de su familia humilde, de su origen cubano, ni de sus amigos. En el presente, ya retirado de su trayectoria internacional, trabajando de director de compañía en su tierra, recuerda los obstáculos que tuvo que salvar para convertirse en una figura de la danza. El primero de color, que interpretó papeles emblemáticos en los mejores teatros del mundo. La película, así,  se estructura con diferentes flash back, desde su niñez, pasando por su juventud, cuando es contratado en Londres, hasta la madurez. Una vida convertida, no solo en recuerdos, sino en coreografías, que el pone en escena con bailarines jóvenes. El propio Carlos Acosta se interpreta en el presente. Agradece a su familia, especialmente a su padre que le apoyaran para conseguir la fama, y quiere ante todo, servir de ejemplo a futuras generaciones para que potencien su vocación artística.

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