ELISA K. es una película dirigida por Judith Colell y Jordi Cadena con un guión escrito por este último basado en la novela Elisa Kiseljak de Lolita Bosch, que ha sido premiada con acierto en el último Festival de San Sebastián. Narra la violación de Elisa siendo una niña a punto de cumplir once años por un amigo de su padre en el momento que éste se encontraba dormido y su hermano estaba jugando en la terraza. La mayor parte de la película se refiere al año 1994 y cuenta este hecho en un día de encuentro entre los dos padres con sus hijos. También las consecuencias inmediatas para la niña que baja su rendimiento en el colegio y entristece su carácter hasta que las circunstancias hagan que lo olvide después de ocultarlo. Elisa al final logra llegar a la universidad apoyada por su maestro. Esta primera parte termina cuando ella marcha fuera de España para continuar su carrera.
La segunda parte, y más breve, catorce años después, cuenta el momento que recuerda aquella violación que había permanecido latente. Un ataque de pánico, de miedo a no poder superar aquél suceso le obligan a interrumpir sus estudios y contar lo sucedido a su familia, la única manera de poder quitarse ese hecho que permanecía ahora constante en su cabeza.
La primera parte,el pasado, y por tanto casi toda la película es en blanco y negro en la que una voz en off, en tercera persona, de forma objetiva complementa el escaso diálogo de los personajes. De la misma forma, el lenguaje cinematográfico es sencillo, valorando más la alusión a través del montaje significativo, especialmente en esta parte. El inmediato sufrimiento de la niña se simplifica con una primera imagen llorando que corta el violador con la promesa de que le va a hacer un regalo o el rostro ensimismado posterior.
El momento visual más intenso para el espectador es cuando Elisa tiene el horrible recuerdo de aquel suceso. En él llega a encontrarse consigo misma, desnuda, aludiendo a la verdad. También al sufrimiento de su propio cuerpo herido por el drama al caminar por los cristales del espejo que había roto por mostrarla.
Los directores emplean con gran eficacia y belleza los primeros planos y los planos detalle de los actores y de los objetos. Sobresalen los de Elisa, tanto de niña como de joven estudiante, cuyas actrices mantienen un cierto parecido. Igualmente las imágenes de los personajes reflejados en cristales o a través de ellos, que permite la distancia sobre lo que se ve o la metáfora de que la película no es la realidad sino una apariencia de la misma que permite así una mejor contemplación. Finalmente queda en el recuerdo del espectador la música de Beethoven en la famosa obra de piano, Para Elisa.
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