Los trabajadores deben desconfiar de aquellos empresarios o patrones que les tratan como de su propia familia o que muestran paternalismo. Se inmiscuyen en su vida privada, como si de esta dependieran los beneficios del negocio, cuando es la que ellos llevan, la que puede poner en peligro su propia iniciativa. El despido, por más injusto que sea, se justifica como inevitable y doloroso. Esto planteamientos se muestran en la película española, EL BUEN PATRÓN, una aguda comedia escrita y dirigida por Femando León de Aranoa, que va a representar a nuestro país en la próxima edición de los Oscar de Hollywood. Si en otros ejemplos de su filmografía, como los Lunes al sol, mostraba la perspectiva de los trabajadores, ahora, sin perder este sentido social, se posiciona en la situación de un empresario de provincias.
Este empresario protagonista, Julio Blanco, interpretado por Javier Bardem, está obsesionado por conseguir una placa más de reconocimiento a la empresa excelente, para su pequeña fábrica de balanzas industriales. Desde que le comunican que ha sido seleccionada para una inspección de la que depende el premio, transcurre una dura semana en la que presiona al máximo a los trabajadores para mantener en todo momento una apariencia de éxito y equilibrio, solamente truncado por el despido de un trabajador, que le causará una dura protesta en la puerta de la fábrica; el bajo rendimiento de su servidor más fiel, compañero de él desde niño; y el chantaje de la nueva becaria, que se va a aprovechar las tendencias del jefe por convertirlas en amantes para conseguir un puesto de trabajo fijo.
En semana, por tanto, que se espera la llegada de la inspección que concederá un reconocimiento a la empresa, transcurre todo el entramado cómico de la película, donde el protagonista soluciona con diálogo y malas artes todos los problemas que van surgiendo. El lleva el negocio sobre sus espaldas y no permite ningún desliz a los empleados con los que mantiene una relación paternalista y familiar. Todo deriva de la centralización de su liderazgo autoritario. De esta manera encontrará la causa de los problemas de la fábrica, que son de carácter personal derivados de infidelidades matrimoniales entre los trabajadores, o las suyas propias al seducir a las becarias, y luego despedirlas, salvo la última, que era la hija de un empresario amigo, a quien tiene que darla un cargo, para que no cuente nada de su relación que podía poner en peligro las apariencias de su vida privada.
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