DELINCUENTE JUVENIL


Según van pasando las distintas etapas de la vida, los seres humanos van interiorizando las normas sociales para convivir. La familia y la escuela son ámbitos fundamentales para el aprendizaje de lo que se puede hacer o hasta que punto llegar. Se puede dar el caso que una persona fracase en los estudios desde muy joven, sea incapaz de formarse académicamente por alguna dificultad innata o porque proviene de una familia desestructurada o con bajo nivel cultural y de ingresos. También que tenga una actitud hacia el robo sin interesarle lo que le pueda aportar el ejemplo de sus padres o de formarse para el futuro. Este es el caso del protagonista de la película argentina, EL ÁNGEL, dirigida y escrita por Luis Ortega, basada en la historia de Carlos Eduardo Robledo Puch, llamado el ángel negro, un ladrón que cometió a principios de la década de los setenta varios asesinatos.


El protagonista, Carlos, proviene de una familia humilde. Ha fracasado en los estudios y se confiesa ladrón desde el nacimiento. Tiene una apariencia que no hace sospechar sus actividades delictivas,  entrando en las casas y robando objetos para luego venderlos. Sus padres sospechan la mala vida que lleva por los numerosos objetos que posee y que el justifica como regalos. Ante esta situación, le envían a un centro de formación profesional para ver si logra encauzarse por esta vía. Sin embargo, allí conocerá a Ramón, un compañero de clase, que le estimulará más su actitud para el robo, al provenir de una familia de ladrones, que ven en él, todo un talento para el oficio, aunque con el inconveniente de ser muy imprudente y correr muchos riesgos.


La vida de Carlos, en consecuencia, dará un salto cualitativo. Dejará de robar en solitario para hacerlo en grupo, junto a Ramón y su padre, y lo que es peor, le enseñarán el manejo de las armas. A partir de este momento, no tendrá reparos en disparar contra la gente sin importarle su indefensión. Tras distintos acontecimientos, en los que se incluye la huida de la cárcel, se convertirá en uno de los criminales más famosos y buscados que acabará su intenso recorrido entre rejas. De esta manera termina una historia que el director presenta atendiendo más a un planteamiento estético que al moral, donde el protagonista lo es no solo por lo que hace, sino por la belleza propia de la juventud. Emplea una magnífica puesta en escena que nos recrea los años setenta. Las casas humildes y adineradas, los barrios acomodados y los descampados del extrarradio, donde introduce la música de aquella época con la que el protagonista baila a la vez que culmina un robo, como si mostrase la equiparación entre el talento innato y la facilidad para el delito con la armonía y la coordinación para mover su cuerpo al compás de la música.

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