El Museo del Prado presenta la magnífica exposición, ANTONIO RAPHAEL MENGS (1728-1779), una visión completa sobre el influyente pintor, de su obra y su pensamiento artístico, que reúne más de 150 ejemplos, entre pinturas, dibujos, grabados y esculturas, todo ello distribuido en un amplio espacio diseñado a la manera clásica, que hace sentir al visitante la presencia en un entorno acogedor y, a la vez, monumental y palaciego. Nos permite conocer, además, la trayectoria vital y profesional de forma asequible, con una explicación adecuada de cada una de las obras expuestas, que se organiza en diez secciones, unas de carácter temático, otras según su evolución personal. El artista fue una figura clave en el nacimiento del Neoclasicismo y uno de los más influyentes del siglo XVIII. Fue muy demandado por las cortes europeas, pero destacó su trabajo para la corte de Sajonia como primer pintor, y sobre todo, a partir de 1761 para el rey Carlos III, que le nombró pintor de cámara, produciendo sus ejemplos más notables.
La muestra se abre con la sección titulada Formación y entorno familiar, dedicada a la importancia de la figura dominante de su padre, Ismael Mengs, pintor, para que adquiriera una educación rigurosa. De hecho, sus nombres aluden a pintores que admiraba, y a los que seguirá su hijo. Una educación que incluyó, junto a sus otros vástagos, una estancia en Roma. En Dresde desarrolló sus primeras etapas de su carrera. La segunda, El permanente reto a Rafael, muestra la influencia decisiva del pintor de Urbino, modelo de aprendizaje de juventud y con el que medirse en su madurez. La prueba de ello es su Lamentación sobre Cristo muerto, sobre una tabla de las mismas dimensiones que la del Pasmo de Sicilia, que se muestran ante el público juntas. La Ciudad Eterna fue esencial para su trayectoria, y las dos secciones siguientes contribuyen a ello: Roma, caput mundi y Roma, la fascinación del mundo antiguo. En ella encontró los elementos fundamentales para su práctica pictórica y sus propuestas teóricas: las ruinas clásicas y obras maestras de importantes pintores; selecta clientela entre la que se encontraba el mismo papa y los viajeros británicos; y el contacto con el arqueólogo alemán Johann Joaquim Winckelmann, cuya amistad enriqueció sus ideas artísticas.
Una sección, El final de su relación con Winckelmann, se dedica al episodio que dio lugar a esta ruptura, en la que Mengs engañó al arqueólogo al pintar un fresco con el tema de Júpiter y Ganímedes que creyó original. En Meng, pintor filósofo, se muestra su faceta teórica y su fortuna crítica tras su muerte. A lo largo de su vida publicó un par de ensayos exponiendo su pensamiento artístico que consideraba la escultura grecorromana y la práctica del dibujo fundamentales para conseguir la belleza ideal. Su amigo, el español y diplomático, José Nicolás de Azara, reivindicó su memoria al colocar su busto en el Panteón, y editar sus obras, precedidas de una biografía y una lista de sus pinturas en España. Las siguientes secciones se dedican a su trabajo en nuestro país. En Pintor de Su Majestad Católica y de la corte de Madrid, se muestran numerosos retratos de la familia real, de los reyes y de sus hijos, además de relevantes personajes como el duque de Alba o la marquesa de Llano. Por otra parte, Mengs consideraba que en su escala de valores, la pintura al fresco era superior al óleo. De hecho, fue llamado para la decoración del Palacio Real Nuevo de Madrid. La siguiente sección, Las grandes obras: La pintura mural, explica la importancia de estas decoraciones para consolidar su fama de artista con una técnica sofisticada capaz de crear las obras más bellas.
La penúltima sección, Mengs, intérprete de la nueva devoción ilustrada, se dedica a la pintura religiosa que realizó para el palacio y la devoción privada del rey y los miembros de su familia, cuadros que muchas veces les acompañaban en sus traslados. Unas pinturas donde se observan las influencias de Rafael, junto a las de Correggio y otros grandes maestros como Guido Reni o Diego Velázquez. La sección El legado de Mengs finaliza la exposición, y muestra cómo artistas de las nuevas generaciones, como Antonio Canova y Jacques-Louis David, asumieron y desarrollaron sus ideas sobre la importancia de la belleza clásica. Incluso, Francisco de Goya mostró interés por la estatuaria antigua fruto de su influencia.




