ENTRE HERMANOS


Los seres humanos cambian según pasan los años, las edades de la vida. Unos cambios de carácter físico y psicológico diferentes según sea una etapa de aprendizaje o de asumir cada vez más responsabilidades económicas o familiares. La nueva película del director Isaki Lacuesta, ENTRE DOS AGUAS, trata de retratar el paso del tiempo en dos hermanos, Isra y Cheíto y sus circunstancias personales, especialmente del primero. Resulta una continuidad de La Leyenda del Tiempo, comenzada a realizar unos catorce años antes. Aquella tenía los mismos protagonistas todavía adolescentes, los hermanos Gómez Romero. Constituía un proyecto de retrato a largo plazo, de representar el paso del tiempo en el físico y en los comportamientos de ellos, localizados en San Fernando, en la provincia de Cádiz.


La nueva película, tiene dos momentos temporales, uno en 2015, en el parto de la tercera hija de Isra, que por aquel entonces estaba en la cárcel, y dos años después, cuando el director y su equipo retoma la historia. Es el momento en el que sale en libertad tras cumplir condena por tráfico de drogas. Un momento difícil porque tiene que rehacer su vida. Su mujer no le deja volver a casa, lo que le obliga a vivir en una cabaña de pescadores frente al mar. Le pesa su pasado familiar. La muerte dramática de su padre. La denuncia de la madre que le llevó a prisión. Por otra parte, su hermano Cheíto ha logrado formar una familia estable al emplearse en la Armada española como marinero profesional. Pasa largas temporadas alejado de su mujer y de sus hijos, pero le permite vivir honestamente.


Isra se debate una y otra vez por el camino a seguir. No logra conseguir un trabajo, y cuando lo consigue, por recomendación de su hermano, no logra mantenerlo porque no acepta que le manden. Piensa volver de nuevo al tráfico de drogas, una actividad tan rentable en la zona. Sin embargo, su hermano y sus amigos le aconsejan lo contrario. Llevar una vida dentro de sus posibilidades como hacen ellos, dentro del ejército o al marisqueo o la venta de chatarra, cualquier actividad que le evite la cárcel, que le separe de sus hijas. El observa cómo la práctica de la religión ayuda a la gente a superar los problemas. Al final, la vida junto a sus hijas en tanto que reto o proyecto de futuro tal vez inclinen la decisión.


La película, por tanto, construye un retrato profundamente realista de dos hermanos al que el paso del tiempo les marca de manera diferente. Los dos han nacido en un ambiente modesto sin medios económicos, pero Isra no ha logrado enfrentarse a los obstáculos de la vida de manera adecuada. Le pesa el fin trágico del padre, la perdida de libertad, los intentos de suicidio. La debilidad a la hora de afrontar su futuro le lleva a tatuarse en la espalda su historia familiar. Termina la película con la incógnita de lo que sucederá con el paso del tiempo, cómo continuará un relato que Isaki Lacuesta ha abordado con sensibilidad y lirismo visual, por el que fue premiado con la Concha de Oro a la Mejor Película en el Festival de San Sebastián.

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