EL CINE Y EL HONOR


El régimen teocrático iraní impone a la sociedad del país una moral tradicional basada en los principios religiosos. El cine, como expresión artística, necesita la libertad de abordar temas sin cortapisas. El director Jafar Panahi tiene prohibido salir del país y realizar una película durante 20 años. Sin embargo, ha logrado terminar y escribir la película, TRES CARAS, ganadora del Premio al mejor guión en el pasado Festival de Cannes. Una historia inspirada en un hecho real, la de una joven que se había suicidado porque le habían prohibido que fuera actriz de cine, una profesión que se considera frívola y que atentaría contra el honor de cualquier familia. Además, el propio director está acostumbrado a recibir mensajes a través de las redes sociales de jóvenes que quieren hacer cine, algunos desesperados.


El propio director es el actor principal junto a la actriz Behnaz Jafari, que se interpreta a sí misma, como un personaje famoso que recibe una grabación en vídeo de una joven que en apariencia se suicida. Los dos deciden viajar a una aldea perdida entre las montañas para ver si es cierto que la joven se ahorcó en una cueva o fue todo un montaje falso. La pareja son famosos en Irán y son recibidos con mucha hospitalidad en el pequeño pueblo. Allí, llegan a conocer que los padres de la joven, Marziyeh Rezaei, le habían permitido presentarse a las pruebas de ingreso en el Conservatorio de Teherán con la idea que sería rechazada, pero al ser aceptada, comenzarían unos problemas causados al considerarse a las actrices desde el punto de vista tradicional como mujeres frívolas o fáciles.


Panhi y Behnaz tratan de encontrar a la chica indagando entre sus amigas. Así, descubren que la joven había simulado su suicidio y se había ocultado en la casa donde vive una legendaria estrella iraní del cine prerrevolucionario, situada en una casa apartada del pueblo. En un principio no pensaban ayudarla, especialmente por parte de Behnaz, que había abandonado un rodaje, pero luego deciden lo contrario, implicarse en su problema. De esta manera, pasan la noche en el lugar, y a la mañana siguiente la llevan con su familia para que la perdonen por su comportamiento. Cuando regresan tienen que parar porque el camino de tierra es muy estrecho con curvas y la falta de visibilidad obliga a esperar a los vehículos que suben la montaña. En el tiempo de espera, les alcanza, la joven Marziyeh, que ha logrado el permiso de su familia para irse a Teherán.


El director, Jafar Panahi, construye con la película, por una parte, una parábola de su situación personal en Irán, y por otra, del cine en general, mostrando las tres caras o perspectivas de un mismo problema. La sociedad tradicional, que se aprecia sobre todo en las zonas rurales, se opone, aunque cada vez menos, a la libertad inherente que supone la expresión audiovisual, centrándose especialmente en el papel de la mujer. La gente común, de igual manera, admira el arte, la posibilidad de mejorar en la vida y escapar de la pobreza. La modernidad, por tanto, se ve como un peligro, pero, también, como un camino a la prosperidad. Un camino lleno de dificultades por los límites que impone el régimen político.

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