La Gran Guerra causó millones de muertos y heridos entre la población de Francia y Alemania, dos paises europeos fronterizos, de historia común, pero con rivalidades económicas y políticas. A causa de la sangrienta contienda, numerosas familias perdieron a sus hijos. Nada más terminada la misma, a la alegría por su final se unían los sentimientos de odio entre los dos países. Las condiciones que impondría Francia a Alemania en el Tratado de Versalles propiciarían la Segunda Guerra Mundial. En este contexto se desarrolla el argumento de la película, FRANTZ, escrita y dirigida por François Ozon, basándose en la obra de Maurice Rostand, El hombre al que maté, llevada al cine en 1931 por Ernst Lubitsch bajo el título, Remordimiento.
El director francés cambia el punto de vista y lo sitúa en el lado alemán. Cuenta la historia de Anna, que visita cada día la tumba de su prometido en el cementerio del pueblo. Su novio Frantz había muerto al final de la guerra en el frente. Un día descubre que un joven deposita flores en ella. Se llama Adrien y viene de Francia para recordar a la persona con la que tuvo una estrecha amistad. La joven le presenta a sus padres, todavía muy afectados por la muerte de su único hijo. Se gana su confianza y les alegra oir las historias que les cuenta cuando estuvieron juntos en París de visita en el museo del Louvre, o tocando juntos el violín, del que el francés es un maestro. Sin embargo, todo cambia cuando confiesa a Anna que la razón de su viaje era pedir perdón por haber matado a Frantz.
Anna no le cuenta la verdad a los padres que creen que ha tenido que regresar rápido de un ambiente hostil contra la presencia de cualquier francés. Ella había quedado con Adrien en seguir manteniendo la correspondencia, pero esta se interrumpe de repente. La protagonista vive por primera vez la desesperación que le produce la muerte de su amado y se intenta suicidar. Son los padres de Frantz quien le ayudan a ella ahora, y le animan a seguir con su vida. Anna decide, entonces, viajar a Francia para encontrar a Adrien con la esperanza de comunicarle el perdón y declararle su amor. Llega a París, pero ya no se encuentra en su domicilio, ni trabaja como violinista en la ópera. Le encuentra viviendo en la casa familiar con su madre en un pueblo, ya recuperado de la locura que le causó matar a un inocente en la guerra mundial y comprometido con una amiga de la infancia para casarse.
Ante estas circunstancias, Anna decide regresar, pero al final se queda en París, manteniendo la ficción por carta ante los padres de Frantz que tiene una buena relación con Adrien. Sucede en realidad que está superando el dolor por la muerte de su prometido, y lo hace contemplando el cuadro de Manet, El suicidio, que le llena de alegría para seguir adelante, lo que es lo mismo, revivir aquella mentira que le contó Adrien sobre su amistad con Frantz. El tema de la película, por tanto, mezcla la necesidad de la paz tras el conflicto bélico y la superación de la heridas abiertas tras la misma, que son numerosas en la población, y se encarnan en los protagonistas, por el remordimiento de matar a una persona y la desolación de perder al ser amado.
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