Los inmigrantes llegan de forma masiva a Europa huyendo de la constante violencia y la pobreza del contintente africano. Tienen que sortear una difícil frontera la que forma el mar Mediterráneo. Países como Libia tienen una situación política de enfrentamiento entre distintos grupos armados que favorece su salida rápida por las condiciones inhumanas a los que les somete. Los traficantes de hombres a cambio de dinero les proporcionan barcos con los que huir, pero un número elevado de ellos perecen en el camino ahogados o sin alimento. Este año han muerto o desaparecido unas 3.654 personas, entre un total de 144.679 migrantes que han llegado a Italia.
Esta triste realidad queda recogida en la película, FUEGO EN EL MAR (Fuocoammare), escrita y dirigida por el realizador, Gianfranco Rosi, por la que recibió el Premio a la Mejor Película, el Oso de Oro en el Festival de Berlín. Una película sin concesiones dura e impactante sobre lo que viven los servicios de Guarda Costa, que de día y por la noche tienen que ir a rescatar a los migrantes que llegan vivos o muertos a la isla de Lampedusa, una de la fronteras más famosas de Europa. Por otro lado se encuentra la vida cotidiana de los habitantes de ella. Los servicios médicos que atienden a los pacientes y a los migrantes, y los pescadores, que desde antiguo la habitan.
Los habitantes guardan en su memoria acontencimientos dramáticos del pasado como la Segunda Guerra Mundial, que recuerdan en este momento de situación excepcional por la llegada masiva de migrantes africanos. Lampedusa es tierra de pescadores, de personas humildes que vivieron siempre del mar, como la familia de Samuele, el joven de 12 años que se divierte con sus amigos cazando pájaros y estudia inglés en la escuela del pueblo. El doctor Pietro Bartolo atiende las necesidades médicas de la población, pero tiene otra ocupación, decidir que migrantes de los que llegan a la isla, van al centro de detención, o al hospital, y quién ha fallecido.
La película es un documental que se presenta como una ficción. En las imágenes contrastan la vida cotidiana de Samuel y su familia, la música que se oye por la radio, la pesca submarina que realiza un vecino, con la tragedia constante de los inmigrantes que llegan en penosas condiciones a la isla después de ser rescatados de embarcaciones que están a la deriva en el mar. Unos son llevados al hospital, otros se encuentran ya cadáveres en la bodegas y tienen que ser metidos en bolsas para llevarlos a tierra firme. Muchos han recorrido varios países desde sus lugares de origen. Han sufrido la penuria en Libia y pagado dinero por lograr un pasaje inseguro para llegar a Europa.
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