EL CASTIGO DEL NARCOTRÁFICO


El tráfico de drogas constituye una de las lacras de nuestro tiempo. Supone un negocio que produce enormes beneficios. Se aprovecha de un número elevado de consumidores, y sobre todo, de ser un negocio ilegal. Nos encontramos consumo y tráfico de drogas en todos los países del mundo, independiente de las leyes que tengan para combatirlo, es decir, de su grado de severidad. La película LA LEY DE TEHERÁN, escrita y dirigida por Saeed Roustayi, plantea en forma de intriga el problema en la capital iraní, donde los traficantes son castigados con la horca. Un castigo máximo que no soluciona el problema, por lo que plantea la reflexión si es justa y acorde con los derechos humanos tal dureza inútil.




La película tiene como protagonista a un inspector de policía que se encarga de la lucha contra la droga. Buscan a un famoso narcotraficante al que llaman Nasser, que parece que está en boca de todos los consumidores de Teherán, la mayoría pobres que viven en la miseria de las calles como vagabundos. Tras una redada masiva logran encontrar la pista que les va a llevar al supuesto cabecilla de la distribución. Un vendedor permite detener a la que fuera la novia del tal Nasser. Así logran su captura en un lujoso hotel, pero antes tienen que salvarle la vida pues había ingerido numerosas pastillas. Una vez recuperado, hace todo lo posible para salir de la cárcel. Intenta sobornar a la policía, usar todas su influencias. Ésta le hace confesar para desarticular todo el negocio de la droga.




El protagonismo de la película se vuelve hacia el famoso narcotraficante. En el interrogatorio ante el juez afirma que el nació pobre y ahora su familia vive en una amplia casa y sus hermanas están estudiando en el extranjero. Se queja de las intenciones judiciales de quitarle todos sus bienes. Afirma que a pesar de las consecuencias negativas contra la salud de millones de personas que consumen droga, él concibe su actividad como un negocio que le reporta enormes beneficios que le ha permitido salir de la pobreza.




 La justicia iraní es implacable, y una de las últimas escenas de la películas es su ejecución. El inspector de policía que le había apresado contempla desde lo alto del muro de la prisión la dura escena. Luego, en vez de aceptar el ascenso por su actuación, prefiere dimitir por lo desproporcionado de un castigo que no resuelve el problema. De esta manera, la historia se convierte en un alegato contra la pena de muerte, un castigo injusto que no es efectivo en la lucha contra la drogadicción, que tiene como base la pobreza de gran parte de la población.


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