LA ÚLTIMA COSECHA


Una característica del campo español es la creciente falta de rentabilidad provocada por la actual crisis energética, que provoca que entre el precio que se paga a los agricultores y el que tienen los consumidores haya una diferencia injusta. Entre ellos se encuentran los distribuidores que se llevan parte del beneficio correspondiente, y tenga como consecuencia, que dedicarse al campo sea una actividad penosa. Los problemas se incrementan si además no eres el propietario de las tierras que cultivas, que corres el riesgo de que tu actividad se extinga. Es lo que ocurre a la familia de payeses que protagoniza la película, ALCARRÁS, escrita y dirigida por Carla Simón, que el propietario de las tierras de árboles frutales, les avisa que tienen que abandonarlas porque las va a dedicar a paneles solares.  



 La familia compuesta por los abuelos y los hijos viven en medio de una finca de melocotoneros desde hace casi un siglo, que les fue cedida a través de un acuerdo verbal, sin mediar escritura. Ahora, el terrateniente propietario de las tierras les conmina a abandonarlas, sin respetar la tradición. Una costumbre que explota los árboles frutales en forma de cooperativa. La película cuenta la vida de esta familia de payeses mientras dura la última cosecha. El abuelo trata por todos los medios de demostrar que las tierras le fueron cedidas en los tiempos de la Guerra Civil sin éxito. La familia deberá adaptarse al nuevo trabajo entre paneles solares, porque la casa si es de su propiedad. Mientras llevan a cabo la última cosecha, suceden las fiestas del pueblo, y toda la familia se pone a trabajar para sacar el máximo beneficio sin contratar a muchos trabajadores.




Entre ellos surgen problemas a causa de cómo afrontar el nuevo futuro como empleados del terrateniente. Además se encuentran con los bajos precios que se paga por la fruta. Pero prevalece la unidad familiar ante el nuevo futuro que les espera. La directora narra todos estos hechos con una mirada realista, sin duda la mejor para mostrar la vida diaria de la familia de agricultores. El juego constante de los niños, la diversión de los adolescentes, las responsabilidades de los adultos, y los recuerdos lejanos de los mayores. Todo ello con un ritmo visual que resulta del agrado del espectador, que atiende a las peculiaridades de los protagonistas, y que le hizo merecedora del Oso de Oro del Festival de Berlín a la Mejor Película.

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