En el mundo globalizado parece que existe una realidad económica intocable. Los mercados imponen su ley sobre las realidades particulares de cada nación. El auténtico poder reside en ellos, por encima, incluso, de la libertad de los ciudadanos. Las instituciones mundiales como el FMI favorecen esta situación. Un grupo reducido de personas son las que toman las decisiones necesarias para que el rumbo siga en la dirección propicia. Establecen el camino a seguir y vigilan las desviaciones que cometen algunos países. Solamente existe un único relato económico, el que favorece la marcha implacable sin cortapisas del sistema económico capitalista. La falta de regulación de los mercados ha propiciado el enriquecimiento de unos pocos frente a la mayoría.
Los llamados populismos han surgido en el ámbito político para aprovecharse de la insatisfacción de los grupos sociales ante este predominio de los económico sobre la democracia, ante la globalización de la toma de decisiones que deja indefensa a gran parte de la población. La película, LAS CONFESIONES (Le confessioni), dirigida por Roberto Andò, pone de manifiesto el poder económico, su secretismo, en una intriga centrada en una cumbre de los ministros económicos del G8 en un hotel de lujo de la costa alemana. La ha convocado el director del FMI a la cual ha invitado además, a representantes de otros sectores, entre ellos a un monje cartujano, que serán los protagonistas de esa intriga.
La cumbre se celebra en un fin de semana. En la primera noche, tras llamar el director del FMI, Daniel Rochè, al monje, Roberto Salus, para que le confesase, el primero se suicida. Al principio parece un asesinato y todas las sospechas recaen en éste. Pero las investigaciones dejan claro que se ha quitado la vida. Empiezan, entonces, ha surgir los problemas. Se debate si comunicar a los medios el suceso para dar tiempo a controlar los mercados y el contenido del mensaje para evitar cualquier suceptibilidad. Por otra parte, los ministros económicos temen que haya confesado alguna medida económica secreta con influencia a nivel mundial. De esta manera se desarrolla la acción, descubrir entre unos y otros, divididos por intereses, la información proporcionada por el director.
Sin embargo, todo queda en nada, mientras cada uno muestra sus debilidades personales e intereses para que todo el sistema económico se mantenga como tal, en diferentes flash back, Robert Rochè lo único que confesó fue un cáncer terminal que padecía, pero ningún secreto, ni plan futuro. También lo que hizo fue pedir perdón por la inmoralidad de la toma de decisiones económicas, asunto que recuerda el monje frente a su cadáver junto a todos los ministros económicos antes del final de la película. Unas decisiones económicas inmorales que apostaron siempre por la supremacía de los beneficios materiales, de la marcha positiva del propio sistema, en contra de la mayoría de los ciudadanos perjudicados.
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