LA COLECCIÓN ABELLÓ

El joven gallero, Murillo, 1660
El Centro Cibeles del Ayuntamiento de Madrid organiza una exposición dedicada a la COLECCIÓN ABELLÓ. Ocupa los mismos espacios donde anteriormente estuvo la colección Masaveu. Reúne por primera vez una muestra de aquella, un total de 160 obras desde el Gótico hasta finales del siglo XX. La componen principalmente pinturas y dibujos. El comisario de la misma, Felipe Garín, destaca como principales características el centrarse, no sólo en los ejemplos españoles, los más abundantes, sino en otros de fuera de nuestras fronteras. En segundo lugar, que no existe un límite temporal, sino aquél, se puede añadir,  marcado por el buen gusto y la selección precisa de las piezas.

El Olfato, Ribera, 1615
El tercer aspecto destaca el papel relevante del dibujo a lo largo del recorrido, de la evolución temporal, que se equipara en valor al de las pinturas. El dibujo recupera el desinterés tradicional que los coleccionistas privados tuvieron hasta hace poco. En general, un conjunto muy rico, de obras excelentes, muy atractivas para el aficionado al arte. A su vez, este conjunto se divide en espacios sobresalientes. El recorrido arranca con una sala dedicada a vistas de Madrid, principalmente llevada a cabo por artistas de las escuela madrileña del siglo XVII. Tras el paso por un pequeño vestíbulo en el que se enfrenta el Retrato de Felipe II de Jooris van der Straten y el de Mujer sentada de Juan Gris, se llega a la sala del Gótico y el Renacimiento con obras de Pedro Berruguete, Juan de Flandes, Luis de Morales, Lucas Cranach el Viejo, y una tabla que el coleccionista logró recuperar para el patrimonio histórico artístico español, Salvador Mundi entre san Pedro y san Juan, de Fernando Yáñez de la Almedina.
 

Después del baño, mujer secándose, Degas, 1895
El grupo de pinturas y dibujos del siglo XVII tiene gran interés. Entre ellos, los cuadros de Ribera, Murillo, El joven gallero, y el extraordinario, La familia de la Virgen de Zurbarán. En las obras del siglo XIX, tanto en los ejemplos españoles como de fuera, el conjunto resulta igualmente bastante atractivo. De Ramón Casas, Mariano Fortuny  y de Isidro Nonell se exponen varios ejemplos, a los que se une los de Sorolla, Mir, Toulouse-Lautrec y Edgar Degas, representado por un dibujo preparatorio y el cuadro a pastel del mismo, titulado, Después del baño, mujer desnuda secándose. De comienzos del siglo XX atraen dos autores representados por un grupo de obras: Pierre Bonnard, y sobre todo, Amedeo Modigliani con un Retrato y dibujo de Constantin Brancusi y el Violonchelista de 1909.

Constantin Brancusi, Modigliani, 1909
Hay una sala dedicada a Picasso y sus contemporáneos compuesta de tres oleos del artista malagueño y dibujos, acompañados por obras de Fernand Léger, Maria Blanchard, Juan Gris, Georges Bracque, Salvador Dalí, Paul Klee, Henri Matisse y Marc Chagall, entre otros. La riqueza y la personalidad de la exposición queda reflejada en el último espacio compuesto por obras de Miró, Tápies, Millares, Palazuelo y Mark Rothko, excepcional en las colecciones españolas. Despide al visitante un conjunto de obras de Francis Bacon presidido por el enorme Tríptico de 1983.

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