Vestíbulo de entrada a la exposición. Tabacalera |
En las dependencias de la antigua fábrica de Tabacalera, en la madrileña calle de Embajadores, se desarrolla actualmente una extensa antología del fotógrafo, Gervasio Sánchez, con motivo de la concesión del Premio Nacional de Fotografía en 2009. Su obra se organiza en cinco bloques temáticos: América Latina, Balcanes, África, Vidas minadas y Desaparecidos, que recogen escenarios de conflictos iniciados algunos al comienzo de su ya extensa carrera hace veinticinco años y terminados recientemente. Su estilo se puede clasificar dentro de la fotografía documental con una doble valoración, el ser un testimonio fehaciente de una realidad trágica, violenta, y la expresión de la categoría artística del autor.
Representa realidades extraordinariamente violentas de las que el autor ha sido testigo. Ante la mirada del espectador se exponen los cadáveres abandonados en las calles de latinoamérica, la desolación que produce las guerras de los Balcanes o de África, donde los inocentes yacen muertos por francotiradores o de hambre. Su contribución a la erradicación de las minas antipersonales ha sido relevante. El fotógrafo ha dado imagen a la injusta consecuencia de su utilización. Que numerosa población civil se ha visto afectada, quedando discapacitada para el resto de su vida.
Los crímenes horrendos que se iniciaron a mediados del siglo XX, se han vuelto a producir. Las guerras contemporáneas han creado nuevos desaparecidos, muertes violentas sin testigos, de las cuales se trata de recuperar la memoria. El genocidio que una vez la Humanidad vivió, se volvió a repetir en el sudeste asiático, cuando gran parte del pueblo camboyano, fue asesinado por el gobierno de los jemeres rojos. Quedan imágenes elocuentes de innumerables restos oseos apilados como prueba de aquella atrocidad.
Gervasio Sánchez, por tanto, muestra la fragilidad del ser humano, la vulnerabilidad ante la violencia irracional de carácter político o económico. Si el mundo desarrollado protege cualquier vida humana por su valor, las imágenes que expone el fotógrafo redoblan la necesidad de defenderla y prevenirla ante el surgimiento de un conflicto bélico. La preocupación y el cuidado del autor se incrementa cuando capta imágenes de niños protagonistas o víctimas de las guerras. Sobresalen las fotografías de los niños soldado o mutilados en África, también de aquellos que conviven con la violencia extrema entre las ruinas de las ciudades en los Balcanes. En éstas, podemos subrayar que su maestría como fotógrafo alcanza las mayores calidades estéticas, además de proporcionarnos un testimonio imperecedero.
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