La película rumana, SI QUIERO SILBAR, SILBO, del director, Florin Serban, basada en una obra teatral del mismo título, ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Berlín del año pasado. Cuenta una historia sencilla, la de Silviu al que le quedan pocos días para salir en libertad. En ese periodo, vuelve su madre que trabaja en Italia para llevarse al hermano pequeño, que él había criado. Ante esta circunstancia, muestra su oposición, pues teme que al separarle del entorno en el que se está educando, acabe como él, preso en un centro de menores. A causa del duro enfrentamiento con la madre y la presión que ejerce el entorno de menores recluidos, estalla la violencia que tenía contenida. Secuestra a una trabajadora social de la que se había enamorado y golpea gravemente a un guardia. Todas las esperanzas de libertad se verán frustradas.
El estilo de las imágenes refuerza la autenticidad de la historia. Se caracterizan por su falta de nitidez deliberada, de suciedad visual, asociada a la pobreza del entorno en el que se mueven los personajes. Proporcionan, de esta manera, mayor verismo, como la forma documental, con la cámara en movimiento, en el que están rodadas. A ello se une la interpretación de los personajes por actores no profesionales, o para los cuales era el primer papel, e incluso, jóvenes reclusos, formados específicamente para interpretar la película. Destacan los actores protagonistas, George Pistereanu, como Silviu, y Ada Condeescu, como Ana, ejemplos de acertada selección por la transmisión, presencia y personalidad que poseen para el desarrollo del drama.
Silviu tiene consciencia de la falta de futuro, que es un caso perdido y lo único que le interesa es proteger al hermano pequeño para que no repita los errores que él cometió. De esta manera prefiere, de repente, sacrificar su libertad inminente, por hacer realidad unos deseos, que reafirman la impotencia y la dificultad que de todas formas le espera, y vive continuamente, para lograrlos.
Silviu tiene consciencia de la falta de futuro, que es un caso perdido y lo único que le interesa es proteger al hermano pequeño para que no repita los errores que él cometió. De esta manera prefiere, de repente, sacrificar su libertad inminente, por hacer realidad unos deseos, que reafirman la impotencia y la dificultad que de todas formas le espera, y vive continuamente, para lograrlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario