PARAÍSOS ARTIFICIALES

El director Steve McQueen escribe y dirige la película, SHAME como una reflexión sobre el instinto sexual del ser humano, en este caso entendido como una obsesión o adicción llevada al extremo del personaje principal, Brandon, exitoso profesional, solitario e introvertido, que mantiene relaciones sexuales constantes con parejas ocasionales y en los más diferentes lugares. Además de estimularse, de consumir de forma continua pornografía impresa o a través de Internet. Esta adicción le impide mantener relaciones afectivas con las mismas mujeres, de las que únicamente le interesa el sexo, por considerar aburrido y más verdadero la  pura satisfacción instintiva. 
Esto le lleva a rechazar a su propia hermana, que busca cariño, ayuda ante su inestable situación personal, descubrir que hay otras mujeres que mantienen un compromiso amoroso y vital, simbolizado en el anillo de boda, que esgrime una mujer anónima en el metro y que el director recoge en primer plano. También le lleva a una cierta angustia y autodestrucción al sentir que esta situación le condiciona en exceso y daña a las personas a su alrededor.
En la película el sexo de Brandon, se entiende como una adicción, entre otras posibles, como puede ser el alcohol, un objeto de consumo y a la vez un instinto, una necesidad del ser humano. Nuestra sociedad capitalista, construida sobre el mercado ofrece tales paraísos como los vistosos apartamentos de Nueva York en la que está filmada la película, como si hubiera una similitud entre el puro sexo del protagonista y su alto nivel de vida. Se mostraría que sólo éste puede propiciar el primero.
La película se sostiene en la presencia física y emocional del actor, Michael Fassbender, que interpreta a Brandon, por lo que fue premiado en el Festival de Venecia con una copa Volpi. También premiada ha sido la interpretación de la actriz, Carey Mulligan, como Sissy, en el papel de hermana. Por otra parte, la película destaca por el ritmo pausado, lleno de silencios, y una estructura interna compleja debido a un montaje invertido que emplea el director, dentro del propio relato. De la misma manera se cuida la puesta en escena, la de la ciudad de Nueva York, que combina la sofisticación de los apartamentos acristalados de los rascacielos y las calles mojadas al amanecer. Finalmente, hay una preocupación por la tonalidad del color apagado, el azul que se mantiene a lo largo de la película.

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