CINE, ARTE E HISTORIA

La película EL ARTISTA Y LA MODELO, dirigida y escrita por Fernando Trueba en colaboración con Jean-Claude Carriére, presenta tres ingredientes atractivos para el espectador. Un contexto histórico, la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial, fronteriza a la España franquista; la creación artística de un escultor frente a su modelo, y la original representación cinematográfica. Esta misma se convierte en arte sobre el arte. El resultado se manifiesta sobrio, cuidado y preciso alejado de la retórica vacía a que se podría haber caído. Un anciano artista, Marc Cros, interpretado por el actor, Jean Rochefort, vive junto a su mujer, Léa, en un pueblo francés de los Pirineos. En los duros años de la guerra mundial, acogen a una joven exiliada que se dedica a cruzar la frontera española clandestinamente junto a las personas que huyen o luchan en ella. A cambio, se convertirá en la modelo para la que va a ser la última obra escultórica del artista.
La película narra la relación que se establece entre ellos. Primero en tanto que el artista quiere encontrar la belleza del cuerpo desnudo de una mujer, después por la relación humana y afectiva que surge. Se contrapone decrepitud y juventud, la vida y la muerte. Las dos se encuentran en la naturaleza. El artista intenta representar la belleza que la caracteriza, pero es fugaz, de luces y realidades cambiantes. Siempre la busca en el cuerpo desnudo porque es la encarnación más fiel de la misma y se interacciona a la perfección con el agua, la vegetación, la luz y el calor del bosque en verano. Para Marc, dios creó primero a la mujer, Eva, y de su relación con ella, nació Adan, de ahí su mayor perfección estética.
La actriz, Aida Folch, en el papel de Mercé, la modelo, interpreta con gran naturalidad la personalidad de una joven que comprometida con la dura realidad de su tiempo, y ajena al mundo artístico, se somete a los requerimientos de un escultor, y a partir del mismo, del director, que busca en su cuerpo el estímulo o la encarnación para representar la belleza material, visual, cinematográfica. Una belleza que se manifiesta en el cuidado de las luces y los contrastes de las imágenes en blanco y negro, en los primeros planos, en los de detalle y de cuerpo entero de la protagonista. 
La música de Mahler y el final trágico del artista, recuerdan a la película Muerte en Venecia de Luchino Visconti. Un desenlace contenido que transmite la sensación maravillosa de haber percibido el placer estético, lo que el protagonista había logrado crear materialmente por última vez, y que es transitorio e intenso como la vida, pero deslumbrante, divino, y  tal vez eterno.

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